lunes, 19 de octubre de 2009

Notas acerca del Socialismo del Siglo XXI

Por esa tendencia académica, muy latinoamericana, de precisar conceptos sencillos que expliquen en buena medida los temas sujetos a discusión, me he dado a tratar de identificar en que consiste el tan publicitado, aunque solo sea nominalmente, socialismo del siglo XXI.

Con base a la acciones, declaraciones y tópicos en clave de los partidarios del mencionado ¿movimiento?, ¿enfoque?, cosmovisión?, se pueden extraer algunas características básicas. Es preciso acotar que no hay ninguna toma de posición, solo se intenta describir, sin ningún apasionamiento, el esotérico concepto.

En síntesis, lo hasta ahora esbozado por las líneas gruesas de lo que se maneja en el ámbito de los ideólogos de la mencionada corriente se pueden glosar las siguientes características:
1. Una severa limitación al derecho de propiedad privada. Se promueven nuevos conceptos de propiedad.
2. El incondicional monopolio educativo y cultural del Estado. Cualquier desviación no representa diversidad sino desviación
3. La prioridad de la función social sobre el individuo.
4. Un partido, con pretensiones de convertirse en único, interprete y guía de la revolución
5. Un líder imprescindible, omnisciente, omnipotente, poseedor de la verdad y el camino.
6. Poderes públicos alineados con y para el mantenimiento de los dictados de la revolución y su líder.
7. Una democracia en el estilo de la que se practica en Cuba, donde, según resaltantes lideres del socialismo del siglo XXI, existe el genuino espíritu de la democracia del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.
8. Una desusada practica de publicidad, con preferencia en las gigantografías, en las cuales se presenta la imagen del líder, o de los pequeños lideres, sin faltar, bajo pena de pecado grave, el rostro de Supremo Timonel de la revolución.

Estos son algunos de los puntos importantes que se pueden precisar. Hasta ahora, esto es lo que hay.

lunes, 10 de agosto de 2009

EL PROMEDIO LATINOAMERICANO

Los iluminados de la “Venezuela Heroica” y los mártires atormentados y vejados de “Las venas abierta de America Latina” son hermosas construcciones retórico-literarias y de marcado aroma de catecismos ideológico-históricos. La verdadera naturaleza es más pedestre y políticamente incomoda. Yo no creo en liderazgos mesiánicos. Mesías fue lo que buscaron los alemanes y se encontraron a Hitler, lo que pretendieron los italianos y se toparon con Mussolini. Hay algo de irresponsabilidad cuando pretendemos que la solución está en manos de un hombre providencial. Creo que es una herencia que nos viene de nuestra cultura judeo-cristiana, en donde esa figura es el eje central de la historia. De lo que estoy convencido es que se requiere la identificación y explosión de nuestras potencialidades; no la manipulación y exacerbación de nuestros defectos, complejos, resentimientos y miserias, y es ahí donde algunos líderes iluminados han sabido moverse.

Estos jefes son fiel reflejo del latinoamericano promedio, el que sin mucho brillo, sin muestras de ninguna característica especial obtiene una posición de poder y ya comienza la metamorfosis. Es el vecino que encuentra un trabajo de portero en un hospital y se comporta como Zeus en las puertas del Olimpo, es el primo que se hace policía y se cree una especie de hibrido entre Rambo y el inspector Columbus; es el compadre que se gradúa en la universidad a fuerza de pases de muletas, toreando profesores y apoyándose en los compañeros y fichas mnemotécnicas clandestinas y al día siguiente le molesta que no lo llamen doctor, licenciado o ingeniero. Es el trabajador que saca fotocopias, en la empresa donde trabaja, se lleva a casa papel y lápices para los hijos y pone a disposición de los amigos las bondades de la compañía, pero que no es suya, es la enfermera que tiene lencería en su casa del mismo color que la institución donde trabaja, es el medico que equipó su consultorio con la "ayuda" del hospital donde hace guardias. Eso si, el latinoamericano promedio es astuto, nadie le gana una, pero pierde hasta la manera de caminar porque, “invirtiendo” parte sustancial de su salario espera ganarse el premio gordo de la lotería, juega terminales y sella cuadros de caballo. Y cuando por esos devaneos de la fortuna, se gana un premio, invita hasta los enemigos en una fiesta apoteósica en donde termina gastando hasta lo que no se ganó. El latinoamericano promedio, que se cree caballero cuando delante de una dama le habla bajito, le indica a esta su belleza, la halaga durante el cortejo... pero que después de conseguido el objetivo solo le ofrece lo suyo, la insulta y le indica que lo que le falta es "de aquello".

¿Te has preguntado cuál es el promedio académico de los lideres que gobiernan en Latinoamérica, cuales son sus relaciones con las que han sido sus esposas, cuál ha sido el logro mas espectacular de su profesión? El error está en creer que son distintos y con valores superiores al común de los mortales. Venezuela forma parte histórica y espiritual de esta idiosincrasia latinoamericana. Parafraseando a Umberto Eco cuando se refería a Berlusconi: “El problema de Venezuela no es Chávez, el problema de Venezuela son los venezolanos”.

sábado, 6 de junio de 2009

LA SENDA EQUIVOCADA

Uno de los anclajes más sólidos para la vida del ser humano lo representa una mínima seguridad y certeza mental sobre el diario acontecer. No se trata de un plan seguro de acción milimétricamente orquestado pero al menos que se cuente con la posibilidad de atender a los cambios del entorno con un mínimo de conocimiento, sin angustiosas incertidumbres, con la prevención de su impacto en el corto plazo.

Es evidente que la cohesión social no se fundamenta en la exclusión. Cualquier discurso de hermandad, de asociatividad comunitaria debe materializarse en la práctica cotidiana, en el sentir y hacer para las causas comunes donde quepan todos. No es creíble ni posible una unión vecinal o comunal en la abismal y brutal segregación por raza, condición social, resentimiento o divergencias ideológicas. El disparate de construir una sociedad plural que pase por la anulación de la autonomía del individuo y la negación de la autorrealización personal por el absurdo igualitarismo “por abajo”, son garantías seguras de sangre y miseria. La construcción de una sociedad mejor no puede ampararse en la supuesta condición imprescindible de nadie, en el dogma de una verdad única y en el secuestro de la institucionalidad, con la inopia argumentación de salvaguardar el camino hacia una futura y sospechosa sociedad mejor.

No existe felicidad posible que nazca sobre un río de sangre, de opresión y persecución, de impunidad y lenidad. La posibilidad de supervivencia pacifica pasa por una democracia autentica, sin hipocresías, sin delincuencia tolerada, ni persecuciones por razones de conciencia y el irrespeto permanente del otro.

Aunado a esto, la rendición oportuna de cuentas por los funcionarios temporales encargados del manejo de la cosa pública y de las riquezas de la nación debe estar amparado en un marco legal con los suficientes contrapesos que limiten un poder que se pueda convertir en omnímodo e infinitamente corruptor y corrupto, con el consecuente proceso de dilapidación del patrimonio de todos.

La carencia de una seguridad mental, la ausencia de una verdadera sociedad inclusiva y la anulación del individuo en su potencial de ciudadano son los caminos equivocados que garantizan una corrosiva crisis que deja de ser únicamente política y se adentra en lo que algunos estudiosos llaman ruptura de identidad social. En la Historia no hay segundas oportunidades y la pérdida de estas se pagan a largo y muy sufrido plazo. También es cierto que cada uno de nosotros debe contribuir al logro de las condiciones mencionadas. La espera de Mesías que se abroguen de manera paternalista la acción que corresponde a cada uno de nosotros es hipotecar nuestra independencia y endosarle a una persona, limitada y falible lo que en sustancia corresponde al ámbito personal e inalienable de hombre y mujer libre

LA TAREA PENDIENTE

A continuación un párrafo que bien merece una reflexión. “La expansión (…) había sido desencadenada por un curioso tipo de crisis económica, la superproducción de capital y la aparición de dinero “superfluo”, resultado de un exceso de ahorro que ya no podía hallar inversiones productivas dentro de las fronteras nacionales (…) Las inversiones incontrolables en lejanos países, amenazaban con convertir en jugadores a grandes estratos de la sociedad, en hacer que toda la economía dejara de ser un sistema de producción para trocarse en un sistema de especulación financiera, y sustituir los beneficios de la producción con beneficio de las comisiones”. Cualquier lector desprevenido pudiera observar que lo previamente descrito es llover sobre mojado y repetir el preámbulo de la crisis financiera global que hoy padece el mundo occidental. Lo más curioso del asunto es que prácticamente sobre lo indicado parece existir un consenso virtualmente unánime. El hecho es que la cita no es ni remotamente contemporánea ni se refiere a la coyuntura actual. Fue publicada inicialmente en 1951 y se refiere a las condiciones iniciales del preimperialismo colonial, históricamente ubicado en la década de los ochenta del siglo XIX, y cuya autora fue la reconocida politóloga y filosofa Hannah Arendt. Esto evidencia, además de los preciosismos técnicos que pudieran argumentarse sobre los ciclos económicos, que el sistema capitalista tiende a presentar los mismos comportamientos y sus consecuencias, las cuales son más agudas en la medida del geométrico incremento poblacional, tecnológico y de consumo. Hasta aquí se pudiera simplemente decir que es tema conocido.

Lo verdaderamente interesante es que esta situación no fue el cuadro sintomático de una virulenta crisis sino más bien el inicio de una expansión colonial de escala universal. Sin pretender desmentir a los especialistas en el área, y tampoco negando ciertos supuestos determinismos sistémicos, pudiéramos presumir que nos encontramos, más que a las puertas del velorio final del sistema, en una potencial metamorfosis de expansión sin precedentes, ya no hacia un superado colonialismo sino hacia una nueva forma de economía neoglobal tutelada, con el claro aprendizaje de que la especulación, las estafas, los juegos irresponsable en la Bolsa y los escándalos financieros tienen que ser perseguidos y controlados por un nuevo y complejo marco de conceptos económicos y éticos. La presencia activa del Estado, no con la vocación totalitaria de unos ni tampoco como expresión decorativa de otros, debe ser redibujada para poder garantizar en un mercado, nos guste su existencia o no, necesario para atender el suministro y mantenimiento de la población. Más que un renacimiento de viejas utopías de paraísos sin clases y de una muerte tantas veces anunciadas de un capitalismo salvaje, pudiéramos estar en presencia del reacomodo del único sistema exitoso, hasta la fecha, de producción masiva, con la tarea pendiente de garantizar transparencia de negocios, asistencia a los desposeídos y una justicia sin los colores del dinero.

Es, sin embargo, prudente es acotar, tal como advierte Zizek “no existe algo así como un mercado neutro, en cada situación particular, las coordenadas de interacción mercantil están siempre reguladas por decisiones políticas. El verdadero dilema no es aquel de saber si el Estado debe o no intervenir, sino bajo que forma debe hacerlo”. Cuesta entender que una empresa quebrada reciba cincuenta mil millones de dólares para salvarla y que varios miles de pobres deudores pierdan irremisiblemente sus casas sin ningún tipo de auxilio. Es hacia allí donde debe dirigirse la solución del problema

viernes, 8 de mayo de 2009

LA MUERTE DE UN CAMINO

Cada uno tiene sus argumentos. Cada uno ve el mundo en general y el país en particular de acuerdo al tamiz con el cual se filtren sus ideas. Esto no tendría una mayor importancia si solo se tratara de un debate académico, político o filosófico. Este tipo de discusiones siempre se daban en los foros públicos de la antigüedad, en las cámaras de los parlamentos o en los auditorios o aulas de clase; mientras el mundo discurría más o menos sin sobresaltos. El macabro hecho fenomenológico de hoy es que en una debacle económica, con acciones guerreristas evidentes y ocultas, con la nueva versión del holocausto consuetudinario de seres pobres indefensos en barriadas y urbanizaciones, con retaliaciones y cada vez más frecuentes comportamientos intolerantes y excluyentes; los argumentos y diferencias no son semánticas ni de óptica perspectivista. Ya la barbarie y el crimen no son noticia. Es que el mundo cotidiano discurre y es el mundo de la “banalidad del mal” de Hannah Arendt. Es el lugar y el tiempo donde ya no sorprende ni causa estupor ninguna atrocidad. Es solo cuestión de estadísticas o recursos matemáticos sospechosos.

Estamos en el momento en que lo difícil de manejar no es el evidente estado de la situación de catástrofe que unos y otros sienten y padecen, independientemente de las causas a las cuales atribuyan su origen. Lo realmente difícil de soportar con relación a los usurpadores y manipuladores de voluntades y mandos, es que su ejemplo es una tentación permanente, dado el estado de impunidad en el que actúan. Tal como sostiene Lasch, “la indiferencia es una amenaza mas grave que la intolerancia o la superstición”. El reto está en deslastrarse de las visiones golosas del poder, y saber que ese camino tiene un solo y autodestructivo final.

La lucha contra el despotismo no puede ser la expresión y ejecución de una venganza. Se convertiría esta gesta en la defensa y consumación de una nueva opresión. Es preciso no olvidar, pero sin vindicta retaliativa y sí con afanes de decencia. Nuestras medidas como rasero y para justipreciar la vida propia y la social no pueden fundamentarse en beneficio y promoción del latrocinio y el abuso del otro. Es la justicia, la armonía y la tolerancia el norte a ser buscado y encontrado. La desesperanza es un camino fácil para la indolencia, pero es errado y nefasto. Lo útil de la conciencia de la opresión es que nunca permite caer en las fauces del abandono. La lucha es continua y dura, pero es el único camino de la esperanza en un mundo y país mejor. El mayor triunfo de los criminales, de los abusadores y de los sátrapas es que terminemos pareciéndonos y comportándonos como ellos. No permitamos que se repita el presagio del poeta cumanés Andrés Eloy Blanco cuando decía: “no hay que llorar la muerte de un viajero, hay que llorar la muerte de un camino”.

lunes, 13 de abril de 2009

LA UNIVERSIDAD NECESARIA

La infeliz iniciativa del proyecto Bolonia, que intenta asociar el destino de la Universidad a las necesidades de la empresa y a los dictámenes del mercado ha hecho aguas en Europa. El marcado rechazo de las masas estudiantiles y del profesorado ha sido el elemento común que expresa la causa del naufragio. Es indudable que el intento se ajusta a una visión política y económica, tanto como social absolutamente cuestionada y cuyo corolario se contempla en la crisis mundial en pleno proceso de avance. Es perentorio un alto en el camino y atreverse a pasear por el filo de la navaja. La negación de Universidad como institución, por cierto milenaria, no puede adosarse a una coyuntura histórica específica ni puede responderse con un quietismo conservador. No se debe tocar tampoco el otro extremo, también inicuo, de la desaforada crítica del hecho universitario actual, pontificando sobre una nueva universidad, pero sin aportes novedosos u originales. Solo se muestra una intención de politizar el debate impostergable con una posición ideológica superada pero enmascarada con etiquetas de viejos dogmas remozados con grandilocuencia. Frases como “La búsqueda de un nuevo paradigma que se articule en un cambio epocal dentro de una visión postmoderna para nuevos escenarios de una Universidad emancipadora” es una elegante manera de decir nada, o peor aun, imitar a Mario Moreno pero sin la profunda gracia del genial Cantinflas.

La función de educador social del docente universitario, plasmada en la universidad renacentista, con Erasmo como prototipo del modelo humanista, con una dimensión moral y de capacidad crítica autónoma ha sido superada por el acaecer de los siglos próximos pasados. Es ahora el tiempo del devenir de una especie de experto técnico para la solución puntual de problemas de producción y/o información. La formación integral, el espacio de libre discusión, la búsqueda de la verdad se ha convertido en sofismas inveterados cuya asunción luce lejana y con ribetes utópicos.

Una universidad de conocimientos estancos se ha visto arropada por una realidad tanto material como virtual que supera sus esquemas en una avalancha de información y datos, que tal como sostiene la Dra. Esther Díaz “obliga a una reacción instantánea y muy lejana de la reflexión”. El pensar un país, un proyecto de ciudadano y un bagaje de aportes con el entorno se ven alejados y extrañan a la universidad de la comunidad a la cual debe servir.

Esta rémora de una universidad distanciada de la sociedad, de elites abstraídas de sus ámbitos naturales, con la creación de una cultura conceptual divorciada de su problemática inmediata exige una revisión que permita una reintegración a la realidad y al conocimiento trascendente. Esto implica la apertura de nuevos espacios de discusión, pero no de la discusión estéril de los pequeños comités o de improvisadoras misiones de salvamento en el más rancio concepto de las actividades inútiles, sino la vivificante confrontación y participación en tolerancia de todos los integrantes de la comunidad universitaria. Esto trae aparejado la apertura de nuevas modalidades y formas de comunicación, abierta, fluida, efectiva, de intercambio; en donde disentir no sea un delito de “lesa patria”. No una comunicación de palabras rimbombantes pero vacías, que se transformen en un dialogo de sordos. Todo esto presume honestidad intelectual, negación del vedetismo, apertura a nuevas formas de asumir la universidad con la finalidad última de adecuar sus contenidos, formas y objetivos para el logro de la universidad que el país requiere, en fin, la Universidad Necesaria

sábado, 28 de marzo de 2009

LA MALA CONCIENCIA

Como ráfagas en el tiempo, se presenta la reiteración de hechos curiosos. Un gran escándalo ha suscitado la minimización, sino la negación, por parte de un obispo cismático católico, del Holocausto del pueblo judío. Más que un crimen, luce aun como una necedad de mente estólida, el desconocimiento de un hecho absolutamente documentado. Sin obviar el sesgo ideológico con el cual ha sido manipulado el genocidio del pueblo hebreo para provecho, propaganda y difusión de intereses de poder, nadie en su sano juicio, niega el horrendo acontecimiento histórico. Sin olvidarlo, es preciso también traer a la memoria las otras tragedias, que por su naturaleza políticamente incorrecta, tienden a soslayarse.

Más de quinientos años han transcurrido desde el nacimiento de Fray Bartolomé de las Casas, el fraile que documentó y denunció el genocidio de miles de miles de aborígenes americanos en manos de los conquistadores ibéricos. Hasta el gran humanista Menéndez Pidal, cegado por su raigambre española, negó y descalificó el trabajo del acongojado religioso. Algunos estudios serios, tal como lo indicara el Dr. Ignacio Burk, ubican la matanza en más de veinte millones de seres humanos. Y en nuestra era, además del inicialmente mencionado crimen nazi, están los gulag de la Rusia de Stalin, la masacre argelina del colonialismo francés, el genocidio siempre negado de los armenios, la cruenta lucha del Vietnam contra los intereses norteamericanos en la guerra fría, la “limpieza étnica” de las Balcanes, los asesinatos en masa de Burundi, la represión de los campos de refugiados palestinos. La lista puede continuar, pero para no ser redundantes baste reconocer que la vindicta pública no los trata con igual protagonismo. Parece ser que hay muertos que duelen y se recuerdan más que otros. Es preciso no olvidar que hay en este momento conflictos en plena efervescencia, otros latentes y algunos larvados que pudieran convertirse en guerras civiles que procrearían los genocidios del siglo XXI. Y retomando la pregunta que Christian Delacampagne se hacía: ¿Por qué?, y el mismo se respondía: “Porque todo Estado (incluso el Estado democrático) puede convertirse en criminal. Porque el Estado, cuando se vuelve criminal, de golpe, por la amplitud de los instrumentos tecnológicos y burocráticos con los que cuenta, se vuelve el más peligroso de los criminales”. Es por eso, que la mala conciencia histórica ahuyenta las necesarias acciones para evitar la ocurrencia y en ultima instancia, la demostración y evidencia de la muerte en masa. Cuando el disimulo y la negación de los hechos se convierte en un asunto de Estado, se hace necesario reescribir la historia, ajustarla a la particular, interesada y poderosa visión del poder dominante.

viernes, 13 de marzo de 2009

EL REGRESO DE LOS MITOS

El extinto insigne filosofo venezolano Juan Nuño, en un intento clasificatorio del amplio espectro de la filosofía, se atrevió, con resultados harto halagüeños, a esquematizar la actividad filosófica en cinco grandes modelos o tipos. Para ello no requirió de un grueso o sesudo libro sino que se limitó a un ensayo de escasas 150 paginas. En el sostiene que los modelos o mitos filosóficos son los siguientes: 1) filosofía como báculo o receta: corresponde a los sistemas filosóficos organizados a partir de los mitos de salvación y narcisismo; 2) filosofía como secreto o misterio: propia de la levantada sobre los mitos de revelación y clarividencia; 3) filosofía como ensalmo o sino: característica de los sistemas construidos en torno a los mitos de la totalidad y el destino; 4) filosofía como prohibición y vigilancia: cuando lo que predominan son los mitos de la frontera y el infierno; 5) filosofía como sumisión y corrección: en el caso de que la referencia filosófica venga sustentada en los mitos de servidumbre y transformación. En cuanto al mito englobante del eterno retorno, cuyo más conspicuo representante es Nietzche, no sería propiamente un sexto tipo clasificatorio en el nivel de los anteriores, sino que vendría a ser un metatipo o modelo envolvente de clasificación general de las restantes formas de catalogación.

Esta clasificación permite ubicar al "Socialismo del Siglo XXI" como tributario del marxismo en su carácter de sistema construido en torno a los mitos de la totalidad y el destino. Tal como Nuño lo afirma, “es lo propio del pensamiento cabalístico, descifrador también del mundo y sus secretos, es creer en leyes o relaciones escondidas. Aludir al Ser o a las fuerzas sociales de producción y, en consecuencia, desdeñar los fenómenos, la apariencia, lo dado, el mercado inmediato, revela un amor por lo oculto y una fe cómplice en las lecturas crípticas. Más allá de los sentidos, de lo inmediato, del mundo fenoménico, extiéndese la bien guardada explicación de todo. Con un solo movimiento (esa es la fuerza y locura del panteísmo o de las metafísicas totalistas), todo quedará en poder de la mente, atrapado en el puño de hierro de la dialéctica, de la todopoderosa razón "que se alimenta de sí misma" o de las autosuficientes emanaciones de lo Uno, cascada ontológica que crea y explica el mundo”. Es la anacronía de un intento fracasado y caduco que nos enfrenta a lo sostenido por Santayana: “quienes no recuerdan el pasado, están condenados a repetirlo”. Nada nuevo bajo el sol, el eterno retorno. Estamos advertidos y hasta ahora, inertes.

lunes, 26 de enero de 2009

En busca de la revolución perdida

La concepción revolucionaria no debe fundamentarse en la dicotomía derecha izquierda, buenos malos, revolucionarios reaccionarios, etc. Es indiscutible que el sistema capitalista no ha funcionado en la mayoría de los casos para la justicia social, la atención de los pobres y en definitiva la realización de la mayoría de los seres humanos. La crisis financiera global evidencia el fracaso de presunciones neoliberales que se caen por su propio peso, tales como la autorregulación del mercado, la competencia, la eficiencia etc. Lo cierto del caso es que la corrupción, la ambición desmedida y las ansias de poder quiebran cualquier defensa del sistema. Ahora bien, no son extraterrestres los que plantean cambios revolucionarios, el tomar el cielo por asalto y otras consignas que siendo muy emotivas no sirven para una realidad social de un 80% de los habitantes del globo en estado de pobreza critica. Los revolucionarios siempre terminan, cuando triunfan, convirtiéndose en el status quo, con ansias resentidas de disfrutar lo que presumen les fue arrebatado.

La realidad fáctica requiere de cambios, pero en consonancia con los graves hechos del hambre, la pobreza y la injusticia social. No es con discursos vacíos con los que se llena una barriga. El asunto es que la revolución comienza donde termina la apetencia personal del poder. Donde pensar en el otro no sea un instrumento sino una posibilidad sincera. Los mecanismo de redistribución de la riqueza suponen la previa creación de esta, de los contrario lo que se logra es la masificación de la miseria. También es cierto que los índices de productividad, el ascenso social y el reconocimiento de los derechos laborales no ha sido ajeno a ciertas versiones del capitalismo. Aquí toca la afirmación de que no pretendemos justificar la dominación sino describir un hecho. Existe la tendencia, según lo sostiene Jared Diamond, a confundir la explicación de las causas con la justificación o aceptación de los resultados. La actitud militante en cualquier sentido es un ciego instrumento ideológico y no ayuda a la búsqueda de soluciones justas y sostenibles en el tiempo. Además de aportar solo violencia y muerte al enfrentarse consignas y no ideas.

El filosofo francés René Descartes sostenía que no se puede destruir algo sino tenemos una opción mejor para sustituirlo. Se trata pues, de buscar salidas que garanticen una mejor opción. No se logra una mejor casa destruyendo el rancho y quedándonos a la intemperie. Y peor aun, con muertes inútiles de inocentes sacrificados por la defensa y hegemonía ideologías anacrónicas y superadas. El sistema que existe se fundamenta en bases que requieren modificaciones y cambios, pero mientras las opciones sean la violencia desatada, el odio como mensaje y la muerte como instrumento, se le hace un flaco favor a los desheredados de la tierra. Nunca en la historia del hombre se estuvo tan cerca de la catástrofe con tan ingentes recursos para evitarla