viernes, 14 de mayo de 2010

AUDITORIA, FINANZAS Y CRISIS: EL DEBATE IMPOSTERGABLE

Aun al costo de sonar repetitivo, quisiera volver a un tema que por manoseado y e infinitamente tratado, no ha sido solucionado o en el mejor de los casos, seriamente enfrentado. Se trata de la situación que tiene eclosión en los momentos de crisis financiera, pero después de superada esta, se cae en el mutismo cómplice. El sistema financiero de “libre mercado” o capitalista, ha presentado de manera cíclica, rupturas de continuidad que son proporcionalmente más grandes y significativas en su avance temporal. La naturaleza y causas fundamentales de estos eventos están asociadas al poder, el ansia acumulativa y al control de parcelas cada día más grandes de los negocios y la economía mundial. A la fecha, de todos los modelos económicos intentados por la Humanidad para la producción de de bienes, el capitalista es el que, en más de 500 años ha mantenido un vertiginoso ritmo de crecimiento y a involucrado a la mayoría de los seres humanos. Los costos ecológicos, humanos, sociales y culturales también han sido gigantescos. Sin pretender asumir posiciones doctrinales sobre la cuestión, partimos de la premisa de que con tal sistema tenemos que vérnosla en un plazo indefinido, por cuanto las alternativas planteadas, hasta ahora han sido fracasos rotundos con consecuencias también sangrientas.

El conocimiento del comportamiento del sistema lleva necesariamente a la atención de sus principales defectos para corregirlos o minimizar las consecuencias dañinas al hombre, en primera instancia y a la economía y naturaleza, como entornos vitales en general. De ahí surge la labor de los auditores como garantes de la fe pública depositada por la sociedad para la revelación de la situación y manejo de los grandes conglomerados y corporaciones económicas, tanto públicas como privadas. Esta es esencia la situación que de manera sucinta se define en términos formales.

Sin embargo, los hechos parecen empeñados en mostrar un comportamiento distinto para esta importante labor profesional. Para plantear el debate baste recordar que la Arthur Andersen, la Peat Marwick and Mictchell y la Pricewaterhouse han estado relacionadas con los escándalos financieros mas sonados de los últimos treinta años, y esto por solo mencionar a tres de las más grandes firmas de auditoria. En la primera mencionada, después de cien años de ejercicio profesional fue obligada a su desintegración por las autoridades por su relación con los estados financieros fraudulentos de la Enron, siendo el destino de sus principales socios, la cárcel y el descrédito profesional. La segunda enfrentó cargos penales por la quiebra de Penn Square Bank y la presentación de cifras falsas con respecto a la salud financiera del banco. La Pricewaterhouse se vio obligada a pactar acuerdos extrajudiciales por su relación con los estados financieros inexactos y fraudes del Banco Ambrosiano y del Banco de Crédito y Comercio Internacional, este último involucrado en el manejo de lavado de dinero y tráfico de armas. No se trata de enjuiciar la acción de la auditoria como practica profesional. El auditor es el mensajero, no el creador del mensaje. Pero sería ingenuo y necio pensar en la pureza prístina de estas firmas, las cuales forman parte del fabuloso mundo de “los negocios corporativos” donde la danza de millones de dólares crea intereses crematísticos que indiscutiblemente afectan la forma de relacionarse y de mantener en sus carteras a estos clientes. Es elocuente el hecho que todas las empresas y bancos involucrados en la actual crisis estaban clasificados como triples A por las calificadoras de riesgo y con dictámenes limpios por parte de los auditores

De esto se desprende la importancia del debate planteado. No se trata de establecer los niveles de responsabilidad o culpabilidad de los auditores. El hecho evidente, mas allá de las acciones personales de los profesionales involucrados en cada caso concreto, es que la relación Auditoria-Cliente tiene profundas fisuras que afectan la piedra angular en la cual descansa el ejercicio profesional: la fe pública, la credibilidad y confianza en la opinión profesional. De ahí que cabe pensar en la necesaria reforma de los conceptos de seguridad razonable de la empresa en marcha, el necesario enfoque de una relación novedosa Auditoria-Cliente-Estado, la reformulación del alcance del trabajo del auditor. Todo esto enmarcado en lo sostenido por Lipovetsky: “Los comportamientos de los asalariados no ejemplifican, por sí solos, el proceso posmoralista del trabajo. La disolución de la moral del trabajo también aparece manifiesta en el crecimiento de la esfera financiera, en la fascinación ejercida por la Bolsa y sus ganancias milagrosas. A partir de la década de 1980, las economías anglosajonas se caracterizan, en efecto, por la explosión de la especulación bolsista, por el triunfo de las finanzas sobre la industria que permite conseguir prodigiosos beneficios sin tener que emprender el camino laborioso y lento de la producción industrial. O.P.A., junk bonds, operaciones de fusiones-adquisiciones, desmembramiento de las sociedades adquiridas con el objetivo de plusvalías inmediatas, en la hora de la «revolución conservadora », el espíritu de empresa ha retrocedido ante el espíritu financiero y su cebo de ganancia a corto plazo”. No es la primera vez que usamos esta cita, pero en las actuales circunstancias de la adopción de nuevas normas contables y de información financiera, de cara a la Sociedad, es preciso preguntarse si estas nuevas regulaciones mejoran las evaluaciones de la responsabilidad de los que dirigen los negocios, denuncian las especulaciones y permiten sustanciar causas contra los delincuentes de cuello blanco. Si así fuere, estamos en buen camino, pero en caso contrario, habrá que comenzar de nuevo.