lunes, 26 de enero de 2009

En busca de la revolución perdida

La concepción revolucionaria no debe fundamentarse en la dicotomía derecha izquierda, buenos malos, revolucionarios reaccionarios, etc. Es indiscutible que el sistema capitalista no ha funcionado en la mayoría de los casos para la justicia social, la atención de los pobres y en definitiva la realización de la mayoría de los seres humanos. La crisis financiera global evidencia el fracaso de presunciones neoliberales que se caen por su propio peso, tales como la autorregulación del mercado, la competencia, la eficiencia etc. Lo cierto del caso es que la corrupción, la ambición desmedida y las ansias de poder quiebran cualquier defensa del sistema. Ahora bien, no son extraterrestres los que plantean cambios revolucionarios, el tomar el cielo por asalto y otras consignas que siendo muy emotivas no sirven para una realidad social de un 80% de los habitantes del globo en estado de pobreza critica. Los revolucionarios siempre terminan, cuando triunfan, convirtiéndose en el status quo, con ansias resentidas de disfrutar lo que presumen les fue arrebatado.

La realidad fáctica requiere de cambios, pero en consonancia con los graves hechos del hambre, la pobreza y la injusticia social. No es con discursos vacíos con los que se llena una barriga. El asunto es que la revolución comienza donde termina la apetencia personal del poder. Donde pensar en el otro no sea un instrumento sino una posibilidad sincera. Los mecanismo de redistribución de la riqueza suponen la previa creación de esta, de los contrario lo que se logra es la masificación de la miseria. También es cierto que los índices de productividad, el ascenso social y el reconocimiento de los derechos laborales no ha sido ajeno a ciertas versiones del capitalismo. Aquí toca la afirmación de que no pretendemos justificar la dominación sino describir un hecho. Existe la tendencia, según lo sostiene Jared Diamond, a confundir la explicación de las causas con la justificación o aceptación de los resultados. La actitud militante en cualquier sentido es un ciego instrumento ideológico y no ayuda a la búsqueda de soluciones justas y sostenibles en el tiempo. Además de aportar solo violencia y muerte al enfrentarse consignas y no ideas.

El filosofo francés René Descartes sostenía que no se puede destruir algo sino tenemos una opción mejor para sustituirlo. Se trata pues, de buscar salidas que garanticen una mejor opción. No se logra una mejor casa destruyendo el rancho y quedándonos a la intemperie. Y peor aun, con muertes inútiles de inocentes sacrificados por la defensa y hegemonía ideologías anacrónicas y superadas. El sistema que existe se fundamenta en bases que requieren modificaciones y cambios, pero mientras las opciones sean la violencia desatada, el odio como mensaje y la muerte como instrumento, se le hace un flaco favor a los desheredados de la tierra. Nunca en la historia del hombre se estuvo tan cerca de la catástrofe con tan ingentes recursos para evitarla