jueves, 28 de febrero de 2008

LA DESNUDEZ IDEOLOGICA

La presencia de la finitud, la conciencia del término y del vacío preparan nuestro ser a dilucidar el secreto de la existencia. No es intuición intelectual, tal como la conciben Hegel o Schopenhauer; tampoco es la razón deificada de un positivismo extremo. Ni se trata aun del éxtasis místico de los santones. Es el acercamiento a la evidencia de la futilidad, la nada del poder, la inutilidad de la gloria. Es el estar ante el proceso de aprehensión final, de una oscuridad inmediata, que solo la vida y la cercana muerte pueden mostrar. Vivimos bajo la cobija de las creencias, pero en el acto de desarroparse de estas, cuando la honestidad, al estar solos, nos obliga a enfrentar las preguntas terminales, en esa infinita soledad de uno, del yo único y sin muletas religiosas, políticas ni científicas; es cuando vislumbramos lo que realmente somos.

La fe endilga esperanzas a una convicción cerril. No hay discusión posible ante la presunción del contacto con el infinito, con la Divinidad. No anclamos ninguna discusión en la convicción de la fe. Es una búsqueda que no puede ser contrariada. Solo asumida. Se puede cuestionar incluso la viabilidad de los argumentos, aislándolos como producto de la soberbia “razón”; tan virulentamente cuestionada en estos tiempos “postmodernos”. De nada sirven, se aduce, e incluso pueden ser tautológicos. Pero en el fondo, la duda se cierne siempre sobre el creyente. Individuo, colectivo. Términos dicotómicos que se convierten en ídolos. Instrumentos para el subterfugio. Hasta la misma conciencia como atributo puede ser asociada a la “idolización”, al estilo de Bacon. El profundo debate obliga a una búsqueda que concilie el extremo pesimismo individualista, intimista, de un Schopenhauer con los disparatados paraísos colectivista de un Marx. No deja de ser paradójico que todavía nos movamos entre filósofos de siglos anteriores en una época de avanzada y despiadada tecnología.

Los complejos esquemas de abstracción que remiten a explicaciones donde leyes históricas, sociales o científicas dirigen y determinan el destino del hombre societal (neologismo dirigido al referente de hombre en comunión social) o individual, castran la potencialidad humana de ser dueños de su destino. Mas aun, estas abstracciones, al convertirse en dogmas, cercenan la vital, la necesaria libertad de conciencia, si es que esta es posible. La instrumentalización de las abstracciones teóricas son, en última instancia, los mecanismos ideológicos para el sometimiento, bien sea político, religioso o social. La “falsa conciencia”, la conciencia alienada o cualquiera sea el epíteto, presuponen un andamiaje ideológico que nada tiene de diferente a los calificativos que se usan contra las causas que se pretenden combatir. Ambas líneas se fundamentan en dogmas o en visiones de mundo, en filosofías parcializadas y sesgadas por enfoques cerrados. Es posible que aquí el pensamiento complejo de Morin nos ayude a entender. Sin embargo, la causación, la evidencia del dominio, de la servidumbre no la eliminan. En la mayoria de los casos solo la explican y en menor grado, tratan de “superarlas” con nuevos sistemas, nuevos modelos que solo cambian de nombre pero que sustantivamente mantienen la misma situación con distintos nombres y con otros actores.

sábado, 23 de febrero de 2008

RAZON DE FE

Antes de entrar en nuestro tema, imaginemos por un momento el siguiente dialogo
Pedro – ¡La filosofía no es mas que una habladera de tonterías¡
José – No se como puedes decir eso. No sabes lo que dices.
Pedro – ¿Cómo que no? Después de tres mil años ¿Qué han resuelto definitivamente los filósofos? ¿Sobre la vida, sobre la muerte, el Ser, el conocimiento?...!Nada¡ ¡Ahora resulta que después de ensayos y errores, por cierto, mas errores que ensayos, la realidad no existe, ¡se construye socialmente¡…Claro; hasta nuevo aviso. Esto no es mas que idealismo… pero refrito.
José - ¿Y que tienes tu contra el Idealismo?
Pedro – ¡Pues, nada¡ Ni tampoco contra el materialismo, ni contra ningún ismo. El asunto es que ninguno aporta seguridad de nada.
José - ¡Ah ya¡ Lo que quieres es seguridad.
Pedro – No chico, ¿Qué seguridad? Todas las explicaciones no explican nada. Todo al final se reduce a un acto de fe.
José - Eso no es cierto. Decía el profesor Burk que “La posición racional ante la totalidad del mundo…”
Pedro – ¿Cuál razón, cuál racionalidad? Si a la razón también la fusilaron. No te das cuenta que ya hasta hablan de una racionalidad dominante que debe ser superada, pero ¿y cómo? ¿Con irracionalidad, con cuentos, con nuevos relatos? Algunos sostienen que con una nueva Religión. Porque “lo trágico, lo existencial, y lo religioso, los tres niveles inaccesibles y misteriosos en los que se constituye lo humano y a los que Kant y Aristóteles apenas se asomaron… lo que Occidente vino a captar con Nietzche y Heidegguer: ¡que el Espíritu es radicalmente inaccesible para la razón¡” dicho esto por un atormentado filósofo de nuestro tiempo y lugar. Ahí esta el meollo del asunto. ¡Tanto nadar para morir en la orilla¡ Y lo más irónico, en la orilla de donde partieron los presocráticos.
José - Definitivamente, te has convertido en un nihilista.
Pedro – ¡No señor¡ No niego la posibilidad del conocimiento, es que todavía no me han mostrado ninguno firme. Pero debe existir alguna manera de acceder a él.
Definitivamente, has profesado un acto de fe.

Dejemos esta discusión que pudiera hacer delicias para un ejercicio dialéctico y entremos al efecto en un punto de reflexión relacionado. ¿Qué es el Espíritu? ¿Es el alma humana una entelequia; en el sentido aristotélico de ser “el principio de la actividad, o lo que da al cuerpo su fuerza viviente”? ¿O como Plotino, quien asegura que el alma no es inseparable del cuerpo? ¿O más aun, en el sentido actual para designar algo como “no existente"?.

El crear mundos o “realidades” intelectuales sin más asidero que el curso y el recurso de un pensamiento que se acerca a un misticismo radical puede ser muy estimulante y en última instancia, tranquilizador. Pero se corre el riesgo de crear sofismas. Es un camino, es una opción; y como opción y camino es válida para quien la asuma. De aquí en adelante, hay que dejar que cada quien escoja su camino, su opción. Cualquier intento de desautorizarlo queda entrampado en la “razón”, la “lógica” o cualquier otro argumento, que precisamente, se cuestiona al asumir estos senderos espirituales o espinosos. Iguales consideraciones merece la opción materialista.
En síntesis, si se presume la existencia del alma, del espíritu, y desde allí se construye un discurso abigarrado, la cuestión gravita en un acto de fe. Un fundamentalismo extremo que niega el acceso al conocimiento, mediante recursos instrumentales o meramente humanos, de algo que se considera inabordable, incognoscible; es también un acto de fe. Se niega la posibilidad de la razón mediante la absolutización de la irracionalidad. No es acaso la moral una argumentación sicótica de, en ultimo término, un animal inteligente abrumado por sus acciones y sus productos. No se trata de la defensa de una racionalidad cuestionada por innumerables y muy calificados pensadores. Tampoco de un ataque contra la religiosidad que cada quien asuma. Es en definitiva, la necesaria llamada de atención sobre el iluso y peligroso despropósito de asumir verdades o posiciones de intransigencia absoluta, olvidando que las mismas “razones” con las que se esgrimen y hasta por las que se llega a matar, son las mismas que pudiera tener, aunque de signo contrario, nuestro potencial o imaginario enemigo.