miércoles, 31 de diciembre de 2008

EL SINDROME DE CASANDRA

En la mitología griega se menciona a una troyana, conocida también como Alejandra, la cual recibió del dios Apolo el don de la profecía a cambio de sus favores. Por esas veleidades desconcertantes de las féminas, esta se negó a cumplir con el pacto. Como castigo, el dios enojado la condenó a que sus predicciones, aunque ciertas, no serian creídas por nadie. En la actualidad, se usa esta figura para designar a los pesimistas que anuncian desgracias, que aun siendo ciertas, nadie cree. Recordando este mito, en el marco de la situación financiera y socioeconómica mundial y de la grave realidad de nuestro país, Casandra vuelve por sus fueros. Los mas acuciosos analistas de distintas especialidades, dentro de los que destacan economistas, sociólogos e historiadores han delineado la caótica situación que se avecina tanto desde el punto de vista de la escasez de recursos fiscales, exagerado gasto público con el consiguiente déficit fiscal, inseguridad personal, alta criminalidad y las potenciales y explosivas respuestas de agitación e inconformidad social.

Este retrato de la situación requeriría una acción coordinada de todos los sectores (gobierno, sociedad civil y demás instituciones) para aminorar el impacto de una situación alarmantemente crítica y casi inmediata. Sin embargo, nos preparamos para una nueva contienda electoral, cuya dudosa legalidad no ha sido suficientemente expuesta. La dirigencia nacional sigue distraída en el juego político sin atender lo que en última instancia marcará el derrotero que como país nos aproxima al despeñadero. Los estudios, advertencias y alarmas activadas no son atendidos y al final, el impacto será para las grandes mayorías. La anarquía en los proyectos públicos, los planes faraónicos y el uso desmedido de la discrecionalidad sin cortapisas, se une a descaradas y no denunciadas persecuciones en torpes maniobras que evidencia la única ansia que poseen: la perpetuación de un poder omnímodo. Pero lo irónico y trágico de todo este escenario es que se busca una hegemonía sobre las ruinas, el reparto de un botín esmirriado y con una inestabilidad que angustia.

Todo lo dicho calza dentro de lo que se denomina el síndrome de Casandra, donde todas las tragedias anunciadas no son creídas o por lo menos atendidas por nadie con capacidad de influencia y decisión. Y lo cumbre de todo el asunto es que son ciertas.