lunes, 13 de abril de 2009

LA UNIVERSIDAD NECESARIA

La infeliz iniciativa del proyecto Bolonia, que intenta asociar el destino de la Universidad a las necesidades de la empresa y a los dictámenes del mercado ha hecho aguas en Europa. El marcado rechazo de las masas estudiantiles y del profesorado ha sido el elemento común que expresa la causa del naufragio. Es indudable que el intento se ajusta a una visión política y económica, tanto como social absolutamente cuestionada y cuyo corolario se contempla en la crisis mundial en pleno proceso de avance. Es perentorio un alto en el camino y atreverse a pasear por el filo de la navaja. La negación de Universidad como institución, por cierto milenaria, no puede adosarse a una coyuntura histórica específica ni puede responderse con un quietismo conservador. No se debe tocar tampoco el otro extremo, también inicuo, de la desaforada crítica del hecho universitario actual, pontificando sobre una nueva universidad, pero sin aportes novedosos u originales. Solo se muestra una intención de politizar el debate impostergable con una posición ideológica superada pero enmascarada con etiquetas de viejos dogmas remozados con grandilocuencia. Frases como “La búsqueda de un nuevo paradigma que se articule en un cambio epocal dentro de una visión postmoderna para nuevos escenarios de una Universidad emancipadora” es una elegante manera de decir nada, o peor aun, imitar a Mario Moreno pero sin la profunda gracia del genial Cantinflas.

La función de educador social del docente universitario, plasmada en la universidad renacentista, con Erasmo como prototipo del modelo humanista, con una dimensión moral y de capacidad crítica autónoma ha sido superada por el acaecer de los siglos próximos pasados. Es ahora el tiempo del devenir de una especie de experto técnico para la solución puntual de problemas de producción y/o información. La formación integral, el espacio de libre discusión, la búsqueda de la verdad se ha convertido en sofismas inveterados cuya asunción luce lejana y con ribetes utópicos.

Una universidad de conocimientos estancos se ha visto arropada por una realidad tanto material como virtual que supera sus esquemas en una avalancha de información y datos, que tal como sostiene la Dra. Esther Díaz “obliga a una reacción instantánea y muy lejana de la reflexión”. El pensar un país, un proyecto de ciudadano y un bagaje de aportes con el entorno se ven alejados y extrañan a la universidad de la comunidad a la cual debe servir.

Esta rémora de una universidad distanciada de la sociedad, de elites abstraídas de sus ámbitos naturales, con la creación de una cultura conceptual divorciada de su problemática inmediata exige una revisión que permita una reintegración a la realidad y al conocimiento trascendente. Esto implica la apertura de nuevos espacios de discusión, pero no de la discusión estéril de los pequeños comités o de improvisadoras misiones de salvamento en el más rancio concepto de las actividades inútiles, sino la vivificante confrontación y participación en tolerancia de todos los integrantes de la comunidad universitaria. Esto trae aparejado la apertura de nuevas modalidades y formas de comunicación, abierta, fluida, efectiva, de intercambio; en donde disentir no sea un delito de “lesa patria”. No una comunicación de palabras rimbombantes pero vacías, que se transformen en un dialogo de sordos. Todo esto presume honestidad intelectual, negación del vedetismo, apertura a nuevas formas de asumir la universidad con la finalidad última de adecuar sus contenidos, formas y objetivos para el logro de la universidad que el país requiere, en fin, la Universidad Necesaria

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