Los iluminados de la “Venezuela Heroica” y los mártires atormentados y vejados de “Las venas abierta de America Latina” son hermosas construcciones retórico-literarias y de marcado aroma de catecismos ideológico-históricos. La verdadera naturaleza es más pedestre y políticamente incomoda. Yo no creo en liderazgos mesiánicos. Mesías fue lo que buscaron los alemanes y se encontraron a Hitler, lo que pretendieron los italianos y se toparon con Mussolini. Hay algo de irresponsabilidad cuando pretendemos que la solución está en manos de un hombre providencial. Creo que es una herencia que nos viene de nuestra cultura judeo-cristiana, en donde esa figura es el eje central de la historia. De lo que estoy convencido es que se requiere la identificación y explosión de nuestras potencialidades; no la manipulación y exacerbación de nuestros defectos, complejos, resentimientos y miserias, y es ahí donde algunos líderes iluminados han sabido moverse.
Estos jefes son fiel reflejo del latinoamericano promedio, el que sin mucho brillo, sin muestras de ninguna característica especial obtiene una posición de poder y ya comienza la metamorfosis. Es el vecino que encuentra un trabajo de portero en un hospital y se comporta como Zeus en las puertas del Olimpo, es el primo que se hace policía y se cree una especie de hibrido entre Rambo y el inspector Columbus; es el compadre que se gradúa en la universidad a fuerza de pases de muletas, toreando profesores y apoyándose en los compañeros y fichas mnemotécnicas clandestinas y al día siguiente le molesta que no lo llamen doctor, licenciado o ingeniero. Es el trabajador que saca fotocopias, en la empresa donde trabaja, se lleva a casa papel y lápices para los hijos y pone a disposición de los amigos las bondades de la compañía, pero que no es suya, es la enfermera que tiene lencería en su casa del mismo color que la institución donde trabaja, es el medico que equipó su consultorio con la "ayuda" del hospital donde hace guardias. Eso si, el latinoamericano promedio es astuto, nadie le gana una, pero pierde hasta la manera de caminar porque, “invirtiendo” parte sustancial de su salario espera ganarse el premio gordo de la lotería, juega terminales y sella cuadros de caballo. Y cuando por esos devaneos de la fortuna, se gana un premio, invita hasta los enemigos en una fiesta apoteósica en donde termina gastando hasta lo que no se ganó. El latinoamericano promedio, que se cree caballero cuando delante de una dama le habla bajito, le indica a esta su belleza, la halaga durante el cortejo... pero que después de conseguido el objetivo solo le ofrece lo suyo, la insulta y le indica que lo que le falta es "de aquello".
¿Te has preguntado cuál es el promedio académico de los lideres que gobiernan en Latinoamérica, cuales son sus relaciones con las que han sido sus esposas, cuál ha sido el logro mas espectacular de su profesión? El error está en creer que son distintos y con valores superiores al común de los mortales. Venezuela forma parte histórica y espiritual de esta idiosincrasia latinoamericana. Parafraseando a Umberto Eco cuando se refería a Berlusconi: “El problema de Venezuela no es Chávez, el problema de Venezuela son los venezolanos”.
lunes, 10 de agosto de 2009
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